martes, 11 de agosto de 2009

Diván

Un amor de mierda para locos o psicólogos (será lo mismo???) Si conocen algún caso que merezca tratamiento no duden en subirlo.

Diván

Acostado en el diván, estaba buscando formas en los nudos de madera del techo a dos aguas, pero la pregunta interrumpió su momento lúdico.
Mire Doctora, si que la amo, pero amores hay de muchos tipos y a Marina la amo exactamente igual que a Claudia, mi mujer.
A Javier le había llevado aproximadamente 45 minutos explicarle a la licenciada en psicología que no había dejado de amar, simplemente sentía un amor por otra persona.
¿Por qué no puedo amar a dos personas?
De hecho puede, respondió la Lic. Y eso es lo que lo trae al consultorio.
A bueno me entiende entonces. El amor por Marina no significa necesariamente que mi amor por Claudia se encuentre deteriorado.
Ok Javier y hágame un cálculo, disparo la Lic. Sin contener la sonrisa. Sabía que la pregunta que proseguía iba a sorprender a su paciente. ¿Cuántas personas piensa Ud. que puede amar sin perder ni una pizca de amor por su mujer?
Es decir ¿Puede Ud. amar a Claudia y a 156 personas más y seguir sosteniendo la relación original con la misma intensidad que siempre?
El planteo de la Lic. Le hizo abrir aún más sus ojos saltones, tanto es así que perdió de vista la forma de una cara de un caballo que había encontrado en la madera del techo.
Javier acomodó el almohadón en el cual descansaba su cabeza y se inclinó levemente hacia delante. Mire doc, como poder puedo. Yo con mi mujer no tengo ningún problema de pareja.
¿Y su mujer sabe de la capacidad aditiva de su corazón, amorosamente hablando?
Sabe y no sabe, cuando conocí a Claudia yo salía con Leticia, mi ex esposa, por ende ella misma es parte de esta suma.
¿Leticia, su antigua mujer que opina de su particular modalidad?
No me entendió, me dijo que era un pelotudo, cuando intenté explicarle.
Haber Javier, está claro que no es ningún pelotudo. Debe tener en cuenta que el amor no tiene reglamento y que ud. puede amar como se le de la gana.
Con el debido respeto, esa frase parece sacada de un libro de Hoyo, es más simple lo que me pasa.
Tiene que entender, afirmó enérgicamente la Lic. Un poco enojada por la comparación con Hoyo, que si para amar hay que querer con mucha fuerza a una persona, al incorporar mas gente usted le esta quitando energía a esa fuerza primera, por lo tanto la intensidad original se ve diezmada por la nueva.
Ahora parece una clase de física, pensó para sus adentros, pero sin atreverse a decir nada.
No se, la verdad es que me opongo. El amor es el amor y cuando pasa pasa y a mi por suerte y esto me hace afortunado, me pasa mucho.
Que suerte dijo la doctora y lo despidió hasta la semana próxima.
Al escuchar el ruido que hizo la puerta al cerrarse, la palabra suerte quedó resonando en la cabeza de la Lic.
A Romina que hubiera querido ser tenista profesional y se había recibido de Psicóloga 3 años atrás, le provocaba cierto recelo, esta capacidad de amor múltiple.
Y si bien le parecía una conducta patológica proveniente del desamor intencionado por parte del padre de su paciente, la sola idea de poder amar así como así, sin tanta vuelta, producía en ella, envidia.
Romina había conocido a muchas personas, pero amar, lo que se dice amar, no había amado a nadie. A todas les encontraba un defecto y los descartaba antes.
El último parecía en una primera impresión, perfecto. Alto, bueno, generoso, de buen corazón, bonito, con dinero y auto, pero y claro está, siempre había un pero, era dentista, por lo tanto alguna conducta sadista debía ocultar en sus adentros. Posiblemente, pensaba Romina, era un potencial psicokiller.
Raúl era bueno pero rengo y la renguera aunque no sea clínicamente una discapacidad, provoca en la persona portadora de una pierna mocha, un recelo para con las personas sin lisiaduras en ninguno de sus miembros inferiores.
Alberto era pobre y sin ambiciones económicas y a la hora de sostener a una futura familia tipo, le iba a resultar complicado.
Pedro por el contrario era super familiero y pronto se despertaría el deseo en su interior de tener hijos y ella aún no estaba preparada para la maternidad.
Juan Pablo no tomaba ni una gota de alcohol y a Romina compartir una charla cerveza por medio le parecía no solo un momento agradable sino que consideraba que la desinhibición etílica, aportaba una sinceridad emocional constructiva.
Diego todavía no había admitido su homosexualidad y Aníbal se llamaba Aníbal, un nombre de mierda.
Javier se fue esa tarde de la sesión demasiado reflexivo, conducta que lo asombraba. El nunca fue de meditar demasiado sus acciones ni las consecuencias. Es decir no las meditaba antes de hacerlas y menos, después. Si le gustaba algo o alguien, intentaba conseguirlo y en general obtenía muy buenos resultados. La obstinación y la persistencia ante el rechazo también ayudaban. Otro dato a tener en cuenta en el análisis sobre el éxito de Javier a la hora de tomar lo que deseaba y ya, era su atractivo físico que despertaba en el otro, una mirada permisiva.
Abrumado por sus pensamientos le pidió pausa a su cerebro y se decidió por la especialidad de la casa. Empezó a hablarle a la persona sentada a su lado en el colectivo. Javier abrió la boca y las palabras se deslizaban armoniosamente, en tono agradable y varonil, como si tuvieran vida propia “Disculpá pero no puedo permitirme no decirte lo que siento, esta no debe ser la primera vez que viajamos juntos porque si lo fuera, no hubiera existido posibilidad alguna de enamorarme de vos.
La señora de unos 60 años, esto es 32 años mas que Javier, giró la cabeza hacia el joven sin saber que responder y por eso optó por no decir nada, dibujo una sonrisa que quedó como a mitad de camino y volvió su cabeza hacia la posición original.
Javier en ese instante miró a la señora por primera vez desde que subió al colectivo y percibió en él un problema. Su mente salió de la pausa y soltó una serie de pensamientos: “Entonces la maldita psicóloga tenía razón, algo anda mal, no puedo amar a cualquiera, a esa señora no la toco ni con un palo, que buena está la psicóloga, nunca le había prestado atención.
Tocó el timbre. Se había pasado varias paradas.
A la semana siguiente Romina se encontraba arreglando su consultorio. Todo estaba limpio y preparado para recibir a Javier.
12 minutos después de lo convenido, el portero eléctrico dio el aviso y el paciente pasó detrás de la licenciada. Colgó su abrigo en el respaldo de la silla y suavemente se recostó en el sofá. Tomó el almohadón y en lugar de usarlo para apoyar la cabeza, lo abrazó. Miró a la psicóloga a los pechos y comenzó a hablar. Mire doctora en realidad admito que tengo un y en ese instante fue enérgicamente interrumpido por un “No, déjeme hablar a mi”
Romina se acomodó en su silla de madera y continuó con la explicación.
Mi idea Javier, podrá encontrarla poco profesional pero creo que va a ser una buena manera de ayudarlo a aclarar sus puntos de vistas.
¿Usted me considera una persona atractiva?
Sumamente.
Lo que le propongo, yendo al grano, es que haga de cuenta que yo soy una mujer que ha decidido incorporar entre sus amores. Algo así como una tercera en discordia.
¿Lo considera posible?
Si, si creo que puedo amarla doctora, mmm, si, creo que si, aseguró en un segundo golpe de vista.
Ok. Manos a la obra.
Los pensamientos de Javier, como cuando se enciende una máquina, empezaron a moverse rápidamente en su cabeza pero en forma desordenada, superponiéndose y molestándose uno con el otro. Bueno y que hago, a lo mejor esta mujer quiere guerra y utiliza la artimaña de simulemos ser pareja o no, existe la posibilidad que sea un ejercicio psicológico típico. Mientras su mente aun se encontraba a medio camino entre la reflexión y la acción, Javier ya se había parado, se había acercado a Romina y la había besado de manera apasionada combinando en su justa medida lo salvaje con lo dulce.
Al terminar, la miró a los ojos y preguntó: ¿Usted que es Lacaniana o Freudiana?
Ahora, en este preciso instante, soy tu amor número 3.
Esta vez la iniciativa en el beso fue de la psicóloga, que para sorpresa de su paciente, también sabía como combinar lo rudo con lo suave.
Esa tarde la sesión se extendió más de lo previsto. 2 pacientes luego de no haber recibido respuesta tras apretar el timbre repetidas veces se volvieron a sus casas sin atención psicológica.
Luego de comenzar a vestirse y tras la insistencia de Romina volvieron a quitarse la ropa.
Cuando la tarde le empezaba a dejar lugar a la noche, la psicóloga se incorporó en su silla
Cometarios y conclusiones Javier:
Bueno doc yo desde que me retiré la sesión pasada he empezado a notar que ud. siempre ha tenido razón. Yo en realidad he estado tapando los problemas de pareja con Leticia, mi primera esposa, que empezaron allá por la década del noventa, con otras mujeres a las que en realidad no quiero. Nunca he tenido la valentía de pelear y defender el amor por Leticia y mi posibilidad de enamoramiento permanente es en realidad una excusa proveniente del temor. Ahora que usted me ha hecho abrir los ojos voy a pelear para recuperarla. Previo divorcio con Claudia.
Ahora el que parece Hoyo es usted, dijo Romina y le abrió la puerta.
Al escuchar el sonido que hizo al cerrarse, la doctora no pudo evitar el llanto, ni el pataleó.

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