martes, 11 de agosto de 2009

O reventar

Espero comentarios -No está basado en un caso real, no creo en la ouija-

O reventar

Alejandro la amaba con toda el alma, era sus ojos, su guía, su fuerza, su eje.
No fue lo mismo para él cuando la vio por primera vez y menos aún lo fue cuando dejó de verla para siempre.
Esa rubia hermosa lo cambió todo, sacudió los cimientos, los derrumbó y en ese nuevo espacio, construyó algo inmensamente superior, un mundo nuevo.
Él había crecido a su lado y temía dejar de hacerlo ahora que ella estaba por partir.
La tenía agarrada de la mano y sentía como la de ella se deslizaba hacia abajo. Sabía que soltarla era dejarla caer y por eso la apretaba con fuerza.
La enfermedad había avanzado rápido. Era un animal hambriento adentro de su cuerpo, alimentándose de Inés en forma voraz. A los pocos días ya no quedaba que comer.
Cuando llegó el momento Alejandro vio el brazo de su amada caer. No rebotó en la cama. Quedó quieto.
La casa era más grande de lo que creía. Recorría los pasillos, las salas y el jardín. Miraba las flores, las olía y por sobre todas las cosas la buscaba.
Inés le había dicho al enterarse de su enfermedad, que ella siempre iba a estar, que era capaz de volver a nacer para acompañarlo.
El la esperaba, se sentaba en la silla y se ponía de pie. Repetía la rutina de caminar por cada rincón y siempre con el mismo resultado. No había nadie más que él con su soledad. Una y mil veces, él con su soledad.
Un día gritó el nombre de ella y ni el eco fue capaz de responderle.
Inés había creído en muchas cosas. Creía en varios dioses, incluso en algunos que pertenecían a religiones diferentes, creía en Cristo, en lo extrasensorial, en ocasiones se autodefinía hinduista y a veces le rezaba a Gilda. Por sobre todas las cosas creía en los amores eternos y que para estos amores la muerte solo era un obstáculo pero no más que eso.
El no creía en varios dioses, no creía en Gilda, no creía en nadie, pero con todas sus fuerzas quería hacerlo. Quería creer que ella iba a volver. Buscaba señales en todas partes incluso y sobre todo donde no las había.
Sus amigos le advertían de la imposibilidad del regreso y sin embargo el continuaba la búsqueda.
Si el viento soplaba fuerte en la oscuridad, él esperaba escuchar en el silbido la dulce voz de Inés, si el empapelado rojo del estudio que ella había usado de oficina se desprendía, él entendía en el crujido alguna forma de comunicación desde el mas allá, si un vaso se rompía, si una luz dejaba de funcionar, si una rama de un árbol del jardín se quebraba, si una flor se marchitaba o una nacía, el buscaba que, suponía que o esperaba que.
Te estás haciendo daño a vos mismo, dejala ir, no te aferres de esa manera, le aconsejaban.
Su esposa le había contado una tarde de verano, estando de vacaciones en una playa de la costa que en un libro que hablaba sobre diferentes religiones y cultos, había leído sobre la posibilidad de reencarnar. Si una persona al morir, tenía en la tierra un ancla, es decir un amor infinito hacia otra persona del cual aferrarse, el fallecido podía no solo volver a nacer, sino reencontrarse con su amado a un nivel de semi conciencia. Este proceso, según el grado de maduración espiritual de la persona, tardaba aproximadamente 14 días.
Alejandro recogía señales como si fueran semillas esperando cosechar los frutos. Ya habían pasado 2 meses desde la muerte de su amada pero él no había pensado en rendirse.
Grande fue su emoción al observarlo. Un gran camión de mudanzas estacionaba en la casa de enfrente. ¡Que señal tan clara! Alguien venía. Su cielo se despejaba aún mas cuando la que entraba a ocupar la casa era una hermosa joven. ¡Clarisimo, mi Inés volvió!, con otra forma quizás pero volvió.
Alejandro miraba emocionado desde la ventana como las cajas, canastos y bolsas bajaban del camión. Se frotaba las manos, los ojos, estaba exultante.
Cuando ya no hubo nada más por mover y el camión se retiró, Alejandro cruzó, golpeó la puerta y se presentó. Le habló del destino, del amor, de lo eterno. Le habló de señales, de religión y el infinito.
Ella escuchó paciente y esperó a que los labios de Alejandro dejen de moverse. No considero que voz seas mi destino, mi destino hoy es estar sola.
Él se fue, el aire estaba particularmente cálido esa tarde. Me estas abrazando Inés, imaginó.
La vecina cerró la puerta y pensó: “No es ahora el momento de estar juntos, tal vez en otra vida, tal vez en otra vida.

Diván

Un amor de mierda para locos o psicólogos (será lo mismo???) Si conocen algún caso que merezca tratamiento no duden en subirlo.

Diván

Acostado en el diván, estaba buscando formas en los nudos de madera del techo a dos aguas, pero la pregunta interrumpió su momento lúdico.
Mire Doctora, si que la amo, pero amores hay de muchos tipos y a Marina la amo exactamente igual que a Claudia, mi mujer.
A Javier le había llevado aproximadamente 45 minutos explicarle a la licenciada en psicología que no había dejado de amar, simplemente sentía un amor por otra persona.
¿Por qué no puedo amar a dos personas?
De hecho puede, respondió la Lic. Y eso es lo que lo trae al consultorio.
A bueno me entiende entonces. El amor por Marina no significa necesariamente que mi amor por Claudia se encuentre deteriorado.
Ok Javier y hágame un cálculo, disparo la Lic. Sin contener la sonrisa. Sabía que la pregunta que proseguía iba a sorprender a su paciente. ¿Cuántas personas piensa Ud. que puede amar sin perder ni una pizca de amor por su mujer?
Es decir ¿Puede Ud. amar a Claudia y a 156 personas más y seguir sosteniendo la relación original con la misma intensidad que siempre?
El planteo de la Lic. Le hizo abrir aún más sus ojos saltones, tanto es así que perdió de vista la forma de una cara de un caballo que había encontrado en la madera del techo.
Javier acomodó el almohadón en el cual descansaba su cabeza y se inclinó levemente hacia delante. Mire doc, como poder puedo. Yo con mi mujer no tengo ningún problema de pareja.
¿Y su mujer sabe de la capacidad aditiva de su corazón, amorosamente hablando?
Sabe y no sabe, cuando conocí a Claudia yo salía con Leticia, mi ex esposa, por ende ella misma es parte de esta suma.
¿Leticia, su antigua mujer que opina de su particular modalidad?
No me entendió, me dijo que era un pelotudo, cuando intenté explicarle.
Haber Javier, está claro que no es ningún pelotudo. Debe tener en cuenta que el amor no tiene reglamento y que ud. puede amar como se le de la gana.
Con el debido respeto, esa frase parece sacada de un libro de Hoyo, es más simple lo que me pasa.
Tiene que entender, afirmó enérgicamente la Lic. Un poco enojada por la comparación con Hoyo, que si para amar hay que querer con mucha fuerza a una persona, al incorporar mas gente usted le esta quitando energía a esa fuerza primera, por lo tanto la intensidad original se ve diezmada por la nueva.
Ahora parece una clase de física, pensó para sus adentros, pero sin atreverse a decir nada.
No se, la verdad es que me opongo. El amor es el amor y cuando pasa pasa y a mi por suerte y esto me hace afortunado, me pasa mucho.
Que suerte dijo la doctora y lo despidió hasta la semana próxima.
Al escuchar el ruido que hizo la puerta al cerrarse, la palabra suerte quedó resonando en la cabeza de la Lic.
A Romina que hubiera querido ser tenista profesional y se había recibido de Psicóloga 3 años atrás, le provocaba cierto recelo, esta capacidad de amor múltiple.
Y si bien le parecía una conducta patológica proveniente del desamor intencionado por parte del padre de su paciente, la sola idea de poder amar así como así, sin tanta vuelta, producía en ella, envidia.
Romina había conocido a muchas personas, pero amar, lo que se dice amar, no había amado a nadie. A todas les encontraba un defecto y los descartaba antes.
El último parecía en una primera impresión, perfecto. Alto, bueno, generoso, de buen corazón, bonito, con dinero y auto, pero y claro está, siempre había un pero, era dentista, por lo tanto alguna conducta sadista debía ocultar en sus adentros. Posiblemente, pensaba Romina, era un potencial psicokiller.
Raúl era bueno pero rengo y la renguera aunque no sea clínicamente una discapacidad, provoca en la persona portadora de una pierna mocha, un recelo para con las personas sin lisiaduras en ninguno de sus miembros inferiores.
Alberto era pobre y sin ambiciones económicas y a la hora de sostener a una futura familia tipo, le iba a resultar complicado.
Pedro por el contrario era super familiero y pronto se despertaría el deseo en su interior de tener hijos y ella aún no estaba preparada para la maternidad.
Juan Pablo no tomaba ni una gota de alcohol y a Romina compartir una charla cerveza por medio le parecía no solo un momento agradable sino que consideraba que la desinhibición etílica, aportaba una sinceridad emocional constructiva.
Diego todavía no había admitido su homosexualidad y Aníbal se llamaba Aníbal, un nombre de mierda.
Javier se fue esa tarde de la sesión demasiado reflexivo, conducta que lo asombraba. El nunca fue de meditar demasiado sus acciones ni las consecuencias. Es decir no las meditaba antes de hacerlas y menos, después. Si le gustaba algo o alguien, intentaba conseguirlo y en general obtenía muy buenos resultados. La obstinación y la persistencia ante el rechazo también ayudaban. Otro dato a tener en cuenta en el análisis sobre el éxito de Javier a la hora de tomar lo que deseaba y ya, era su atractivo físico que despertaba en el otro, una mirada permisiva.
Abrumado por sus pensamientos le pidió pausa a su cerebro y se decidió por la especialidad de la casa. Empezó a hablarle a la persona sentada a su lado en el colectivo. Javier abrió la boca y las palabras se deslizaban armoniosamente, en tono agradable y varonil, como si tuvieran vida propia “Disculpá pero no puedo permitirme no decirte lo que siento, esta no debe ser la primera vez que viajamos juntos porque si lo fuera, no hubiera existido posibilidad alguna de enamorarme de vos.
La señora de unos 60 años, esto es 32 años mas que Javier, giró la cabeza hacia el joven sin saber que responder y por eso optó por no decir nada, dibujo una sonrisa que quedó como a mitad de camino y volvió su cabeza hacia la posición original.
Javier en ese instante miró a la señora por primera vez desde que subió al colectivo y percibió en él un problema. Su mente salió de la pausa y soltó una serie de pensamientos: “Entonces la maldita psicóloga tenía razón, algo anda mal, no puedo amar a cualquiera, a esa señora no la toco ni con un palo, que buena está la psicóloga, nunca le había prestado atención.
Tocó el timbre. Se había pasado varias paradas.
A la semana siguiente Romina se encontraba arreglando su consultorio. Todo estaba limpio y preparado para recibir a Javier.
12 minutos después de lo convenido, el portero eléctrico dio el aviso y el paciente pasó detrás de la licenciada. Colgó su abrigo en el respaldo de la silla y suavemente se recostó en el sofá. Tomó el almohadón y en lugar de usarlo para apoyar la cabeza, lo abrazó. Miró a la psicóloga a los pechos y comenzó a hablar. Mire doctora en realidad admito que tengo un y en ese instante fue enérgicamente interrumpido por un “No, déjeme hablar a mi”
Romina se acomodó en su silla de madera y continuó con la explicación.
Mi idea Javier, podrá encontrarla poco profesional pero creo que va a ser una buena manera de ayudarlo a aclarar sus puntos de vistas.
¿Usted me considera una persona atractiva?
Sumamente.
Lo que le propongo, yendo al grano, es que haga de cuenta que yo soy una mujer que ha decidido incorporar entre sus amores. Algo así como una tercera en discordia.
¿Lo considera posible?
Si, si creo que puedo amarla doctora, mmm, si, creo que si, aseguró en un segundo golpe de vista.
Ok. Manos a la obra.
Los pensamientos de Javier, como cuando se enciende una máquina, empezaron a moverse rápidamente en su cabeza pero en forma desordenada, superponiéndose y molestándose uno con el otro. Bueno y que hago, a lo mejor esta mujer quiere guerra y utiliza la artimaña de simulemos ser pareja o no, existe la posibilidad que sea un ejercicio psicológico típico. Mientras su mente aun se encontraba a medio camino entre la reflexión y la acción, Javier ya se había parado, se había acercado a Romina y la había besado de manera apasionada combinando en su justa medida lo salvaje con lo dulce.
Al terminar, la miró a los ojos y preguntó: ¿Usted que es Lacaniana o Freudiana?
Ahora, en este preciso instante, soy tu amor número 3.
Esta vez la iniciativa en el beso fue de la psicóloga, que para sorpresa de su paciente, también sabía como combinar lo rudo con lo suave.
Esa tarde la sesión se extendió más de lo previsto. 2 pacientes luego de no haber recibido respuesta tras apretar el timbre repetidas veces se volvieron a sus casas sin atención psicológica.
Luego de comenzar a vestirse y tras la insistencia de Romina volvieron a quitarse la ropa.
Cuando la tarde le empezaba a dejar lugar a la noche, la psicóloga se incorporó en su silla
Cometarios y conclusiones Javier:
Bueno doc yo desde que me retiré la sesión pasada he empezado a notar que ud. siempre ha tenido razón. Yo en realidad he estado tapando los problemas de pareja con Leticia, mi primera esposa, que empezaron allá por la década del noventa, con otras mujeres a las que en realidad no quiero. Nunca he tenido la valentía de pelear y defender el amor por Leticia y mi posibilidad de enamoramiento permanente es en realidad una excusa proveniente del temor. Ahora que usted me ha hecho abrir los ojos voy a pelear para recuperarla. Previo divorcio con Claudia.
Ahora el que parece Hoyo es usted, dijo Romina y le abrió la puerta.
Al escuchar el sonido que hizo al cerrarse, la doctora no pudo evitar el llanto, ni el pataleó.

lunes, 20 de julio de 2009

Destino


dibujo by Juan Marino

Creo que son los musulmanes los que piensan que así como hay vida después de la muerte, hay vida antes de nacer. Cada bebé previo a ser gestado, elige a la madre que lo va a llevar en su vientre durante 9 meses.
Esto confirma que yo soy un pelotudo desde siempre, incluso desde antes de nacer, le explicaba Pablo a Gabriela.
La novia le hizo un ademán afirmativo con la cabeza y Pablo que se había resignado desde hace tiempo, supuso una vez más, que ella no entendía ni una sola palabra de lo que escuchaba. Él terminó su cerveza de un sorbo y pidió la cuenta. Le esperaba una noche de buen sexo.
Pablo creía que el destino era en realidad una ruleta y sostenía con firmeza que en su caso, cuando el crupier la hizo girar, la bola cayó en el 17, la desgracia.
Toda su vida estaba signada por la mala suerte, que de manera sutil se entrometía en sus conquistas y las volvía derrotas.
Hacía tiempo había jugado al Prode. Eran los resultados de 13 partidos de fútbol, los que debía acertar para volverse ganador y cuando el domingo arañaba la noche, llevaba 12. Restaba un único encuentro, que terminó con el resultado esperado, pero por producirse incidentes en la tribuna local, le descontaron los puntos al ganador por decisión del tribunal de disciplina y nuevamente el diablo metió la cola y no iba a ser la última vez.
Conoció a Gabriela, perfecta desde su mirada estética. Con una belleza particular, sólo para entendidos, inteligente, con su misma orientación política. Todas las piezas encajaban, menos una, no lograba enamorarse. En algún momento pensó que si, pero no. Sentía que pese a los múltiples puntos en común, aparecía alguno que los separaba, que los tornaba incompatibles. Una vez más elegía seguir maldiciendo al destino y al apretar la mano con furia, se dio cuenta que estaba arrugando un sobre que su novia le pidió entregar.
Di lo que yo digo pero no lo que yo hago, pensaba Laura mientras le hablaba a sus alumnos sobre el amor. Es el destino en realidad lo que lo signa, lo que le da sentido. Romeo y Julieta eran el uno para el otro pero solo muertos pudieron estar juntos. De todos modos existen peores finales que son a mí entender los que nunca sucedieron.
Hay medias naranjas que tienen en algún lugar del mundo a su otra mitad esperando, pero simplemente nunca se encuentran.
Laura salía con alguien pero se sentía sola. Hablaba en filosofía, la materia que dictaba en la universidad, sobre los menesteres, la trascendencia y la fuerza del amor. Por esa palabrita de 4 letras se habían librado batallas, armado y desarmado imperios y sin embargo ella se negaba a echarle la culpa. Señalaba de sospechoso al destino. Era el aleatorio humor de la diosa fortuna quien dictaba lo que te tocaba en suerte. Decidió en ese instante, no hablar más del amor en sus clases. Desde ahora, solo los clásicos.
Se puso el saco y agarro la cartera. No tuvo necesidad de abrir la puerta, ella salió y él entró. Pablo le entregó a una secretaria del departamento de profesores entrada en años, un sobre. ¿Es para la profe de filosofía?
No se, debe ser, no la conozco.
Que lastima, le salió decir a la secretaria.
Me hubiera gustado estudiar filosofía, dijo él, antes de retirarse.
A Laura le sonó el celular. Le avisaban que la habían invitado a un casamiento. Una amiga del secundario se casaba con un tal Pablo. No pensaba ir. Ojala sean el uno para el otro, se dijo para sus adentros.

domingo, 19 de julio de 2009

Top Model


pintura by Juan Marino
Para llevarse el mundo por delante simplemente había que ponerse arriba de él, como si no importara nada más y a ella, a Lucía, no le importaba nada mas, tenía todo lo que quería.
Sus detractores la acusaban de idiota, de inútil, de prostituta y ella les gritaba a la cara, resentidos, envidiosos. Se morían por tener la mitad de dinero que ella tenía y no llegaban ni a la cuarta parte.
Su carrera había resultado meteórica. La rubia de cara angelical y cuerpo endemoniadamente bello había llegado a ser tapa de todos los medios locales en poco tiempo. Le bastaron algunos romancetes armados con galanes del momento y mostrar las tetas en una revista de prestigio internacional para consagrarse.
Ella se movía a gran velocidad, todo era vertiginoso y si algo en su vida se volvía lento, lo descartaba y ese día en particular estaba retrasada.
La hora apremiaba. Ella inmóvil, escuchando la explicación del farmacéutico: “No puedo venderle la medicación sin prescripción médica”.
Más loca que nunca, se retiró sin antidepresivos al desfile. Una vez mas llegó tarde, haciendo caso omiso a los gritos de su representante y regalando sonrisas falsas a algunas de sus colegas.
Puta, le susurró una de las más antiguas del staff, seguramente envidiando a la joven promesa que entre otras tantas cosas, supo quedarse por algunas noches con uno de los antiguos hombres de la veterana modelo.
Las luces empezaban a apagarse y la música sonaba por parlantes a volumen alto.
La gente estaba acomodada en sus butacas, aguardando el inicio del desfile. Daba curiosidad saber a que tipo de persona se le ocurría presenciar semejante espectáculo, que a lo bruto, no era otra cosa que chicas con poca ropa, caminando y dando una vuelta.
En la primera fila se sentaban los VIP, que en general eran empresarios comportándose como si hubieran asistido a un remate, en el cual dar mas, era llevarse a las chicas más codiciadas.
A Lucía le tocaba la pasada inaugural. Estaba a un paso de la consagración y esa idea le crispaba los nervios. Encima ese farmacéutico moralista no le había vendido la pasta.
Los aplausos la aturdían, al igual que el viejo sentado adelante que la miraba con ganas. Uno de los reflectores apuntaba directamente a su frente y su coreógrafo asignado, le gritaba: Derech, uno, dos tres, derech.
Cuando apoyó el pie, terminando de dar el primer paso, un dolor agudo se disparó en su cabeza y al comenzar a dar el segundo, un zumbido le perforó el tímpano. Al tiempo que caía, la boca se le torció. El sonido del golpe, lejos de ser estruendoso fue suave, un pequeño resonar de la madera.
Quedó arrodillada, pero inconsciente. El viejo de la primera fila le tocó el culo.
Un día y medio tardó en estabilizarse. Le causaba risa la voz del doctor diciendo la palabra derrame cerebral, pero le daba miedo cuando explicaba en detalle su diagnóstico.
Le había recomendado a Lucía que se aleje de las pasarelas para siempre. De todos modos la comisura derecha del labio le había quedado fuertemente inclinada hacia abajo, motivo suficiente para que ningún representante la vuelva a considerar icono de belleza, ni siquiera en Dubai, donde las modelos usan una túnica que les cubre gran parte del rostro.
El doctor la sermoneaba como si fuera un maestro retando a un alumno: “Tiene que evitar situaciones tensionantes y por sobre todas las cosas debe subir de peso de manera inminente. Los resultados de los análisis de sangre y orina son lamentables. Debe comer carne, harinas y grasas. Todo lo que le prohíbo a la mayoría de los pacientes lo debe comer usted”.Tenga en cuenta que soy ovolacteo vegetariana por convicción religiosa.
Mire, la interrumpió el médico, yo pondría en su lista de prioridades la ingesta de carne y queso. Entiendo que en la India no coman vacas por ser sagrada, pero no es casualidad que un hindú adulto no pese mucho mas de 40 kilos, bromeó.
Usted mide casi un metro ochenta, debería superar por mucho los 60 kilos.
Que horror, igual doctor, sushi como, que es carne.
Disfrute señorita, cómase un churrasco, una milanesa, una pizza.
¿Tiene hambre doctor? Preguntó Lucía antes de retirarse.
Caminó las 6 cuadras que la distanciaban de su casa, a paso rápido. Le costaba tomar conciencia que su vida había mutado, que estaba a años luz de ser la que era un par de días antes, sin embargo algo intuía. La gente que antes se paraba a saludarla ahora la miraba diferente, ella persistente como era, sonreía. Se había olvidado que su boca estaba torcida. Sin duda, el gran castillo de naipes, había caído.
Sentada en un sillón de cuero negro, miraba fijo el botón de luz intermitente del contestador telefónico que indicaba que tenía llamadas pendientes por escuchar.
Le daba miedo oírlas. Sus dos últimos días fueron duros y ahora estaba en una especie de limbo como esperando una sentencia. Algunos de esos mensajes, podían llevarla al infierno. Por lo menos eso suponía Lucía.
El dedo anular presionó el play. Siempre le llamó la atención a sus amistades, que ella use el dedo del medio para presionar objetos, en lugar del índice.
“Hola linda soy Dalmi tu representante. Bueno sigo muy consternado por lo que te pasó. Si surge alguna propuesta para trabajar yo te aviso. Por lo de tu boca torcidita, sabe que está difícil, viste el medio como es, pero aunque sea en Dubai. Bueno te llamo. A con respecto al pago de tu último desfile, sabe que no se te va a abonar porque no terminaste la pasada. Adiós”.
Lucía empezó a sentir una furia que presionaba en su pecho, empujaba, como buscando salir.
Una voz anciana sorprendió en el segundo de los mensajes. “Hola Lucía posiblemente usted no sepa quien soy. Mi nombre es Julio y estaba sentado en primera fila en el accidentado desfile de la semana pasada. Quiero dejarle mi número telefónico para que cuente con migo en lo que necesite.
Soy una persona de pocas palabras, pero de acción. Yo puedo cubrir todos sus gastos y muchos mas”. Espero su respuesta 4805-0936.
La furia seguía apoderándose del pecho y empezaba a desparramarse por otras partes de su cuerpo. Viejo asqueroso, dijo en voz alta.
Hola, soy Darío el farmacéutico, da la casualidad que vivo en tu edificio. Disculpá que no te vendí el medicamento la vez pasada, pero son las reglas. Me enteré lo que te pasó y simplemente, visto que somos vecinos, quería solidarizarme. Besos. Mi número es el 4744-1966.
Lucía gritó con furia y luego esperó en el silencio, su calma. Marcó el teléfono
¿Darío?
Si
A mirá soy Lucía y desde ahí la muchacha dio inicio a un monólogo impidiendo por medio de una acentuación fuerte de algunas palabras, ser interrumpida. Todo lo que me pasó es culpa tuya que sos más papista que el papa. Esa medicación me hacía falta y vos me la negaste. La voz que subía de tono y rozaba el grito, fue interrumpida por un nuevo desmayo.
Abrió los ojos y vio tres cabezas: La del médico, la del portero y la del farmacéutico.
Darío al no notar respuesta del otro lado del tubo, le pidió la llave al portero y este último llamó al médico.
El encargado se retiró de inmediato.
El doctor le volvió a advertir a la dama que intente descansar y que evite ponerse nerviosa. Le pidió a Darío que la cuide, que le compre una pizza y se retiró.
¿Vos llamaste al médico? Preguntó ella.
Si, respondió el farmacéutico.
Lucía le agarró la mano. Gracias, dijo
De nada.
Y ella lloró.
Le pidió sin hablar que se siente a su lado, golpeando el sillón repetidas veces con la palma de su mano.
Él obedeció y ella acurrucada, se acostó apoyando la cabeza sobre su regazo.
Hora y media después, Lucía despertó y miró al farmacéutico.
Lo besó en los labios y le agradeció el gesto de salvarle la vida de la única manera que sabía agradecerle a un hombre. Se arrodilló frente a él y dirigió su cabeza a la bragueta de Darío.
La acción continuó en el cuarto.
Poco tenían en común, con una excepción, ninguno de los dos quería que terminara la noche. Si bien para él, ella era una tonta sin corazón, se sentía sumamente atraído por su belleza. Todos sus movimientos eran sensuales. No podía dejar de mirarla, le producía felicidad.
A ella, él, le parecía espantosamente aburrido y normal. Lo asociaba a esa vida mediocre de la que rehusó siempre, sin embargo, por alguna razón que desconocía, su compañía, le producía una sensación de paz, de calma, de bienestar. Se sentía protegida. Asociaba el sentimiento a una frase que decía seguido su madre: “Hay cosas que alimentan el espíritu” y ese día lo había colmado.
Desayunaron jugo de naranja que el mismo preparó. La dueña de casa hizo las tostadas; con dulce de leche para él y mermelada diet para ella.
Darío se fue.
Volvió a sentarse en el sillón. Fue un esfuerzo enderezar la mueca de su boca para quitarse la sonrisa.
En su mente se sucedieron una serie de preguntas que la ayudaron a ponerse seria.
¿Qué hago ahora se preguntó? ¿Cómo continúo mi vida? ¿Me vuelvo una secretaria? ¿Renuncio al lujo? ¿Al vivir de famosa? ¿Tengo una vida como cualquiera? ¿No viajo más a Europa? ¿Tomo colectivos? ¿Me convierto en ama de casa con hijos? ¿Aprendo a cocinar? ¿Me compro un libro de autoayuda? ¿Me vuelvo mi madre, aburrida, semi pobre y mediocre? Ser feliz es bueno, pero a que precio.
Levantó el teléfono: ¿Hola Julio, vos sos el hombre que estaba mirándome desde la primer fila?
Si Lucía.
Quiero que me invites a cenar.
Será un placer, vamos a ir al más lujoso de los restaurantes.
Es exactamente a donde quiero estar.

El amor es una mierda

Bienvenidos a la saga "El amor es una mierda"
Es fácil asociar el amor con la felicidad, sin embargo en muchas, muchas ocasiones, está emparentado con la desgracia, el rechazo, la locura, etc.
A los amantes de las historias de amor con final feliz, les pido amablemente que viajen a Disney.
Este truculento espacio literario les da la bienvenida a los rechazados y a los que rechazan, a los infieles y a sus víctimas y por supuesto a los que privilegian, voluntariamente o no, los finales de mierda.